Antes de que en las iglesias se colocasen bancos corridos, los vecinos acudían a los actos religiosos con sus propios reclinatorios y para ello tenían espacios reservados y jerarquizados socialmente. Cuando había una defunción en la familia, los parientes acudían a la iglesia con la "ofrenda", compuesta por un "hachero" para las velas y una mesita donde se dejaban unas monedas para que el clérigo rezase una oración ante ese pequeño altar.
La ofrenda