OBJETIVOS DEL MUSEO

El Museo Etnográfico de San Miguel es una entidad sin ánimo de lucro que persigue la conservación y el estudio del patrimonio etnográfico del pueblo, tanto el referido a la cultura material como a la inmaterial, y su divulgación dentro y fuera de la comarca. Se trata de un patrimonio cultural en trance de desaparición de la mano de la modernidad, al mismo ritmo que lo hacen las actividades económicas y sociales que lo generaron en la Edad Media y que permitieron su permanencia durante siglos. Por ese motivo atesora una colección de objetos diversos de la vida cotidiana tradicional, tanto de la referida a las actividades profesionales (agricultura, ganadería, artesanía, etc.) como al ámbito doméstico, expuestos con intención integradora y reconstructiva a lo largo de sus diversas salas. También desarrolla una labor de recopilación de leyendas, narraciones, tradiciones comunitarias, canciones y otras manifestaciones inmateriales de la cultura popular. Es una institución abierta a la participación ciudadana de todos cuantos estén interesados en el estudio y la conservación de la cultura popular tradicional, que inició su andadura en el año 2004, inaugurándose oficialmente en 2006.


 
LA TÉCNICA CONSTRUCTIVA DE UNA VIVIENDA TRADICIONAL

Los muros se construían con mampostería de granito, roca muy común en la comarca, mediante la técnica de cal y canto, aunque sólo en las construcciones más nobles se empleaba cal y arena, pues en el resto las piedras se soldaban con barro, siendo el propio grosor del muro el que garantizaba su impermeabilidad y su solidez. La práctica ausencia de ventanas, el grosor del muro y los techos bajos servían para combatir los fríos inviernos. De hecho, en las viviendas más humildes ni siquiera había chimenea, saliendo el humo entre las tejas, de manera que se aprovechaba mejor la eficacia calorífica del hogar. Los sillares tallados sólo se empleaban como dintel en puertas y ventanas, donde desde el siglo XVIII se extendió la costumbre de grabar la fecha de construcción. Sobre la estructura de madera del tejado se extendía una capa de "chilla", de haces de ramas, y sobre ésta, aunque no siempre, una capa de barro que servía como base a las tejas. Una tradición comunitaria medieval hacía que cada vez que un vecino decidía construirse una casa, aquellos que disponían de yunta le transportaban las piedras gratuitamente desde la cantera hasta el lugar de la obra.