En los pequeños pueblos, los carpinteros estaban dedicados a la fabricación de los utensilios domésticos más elementales, como mesas y sillas, o a los más imprescindibles, como ataúdes. Cualquier moldura o adorno, que habían de realizarse a mano, encarecían sobremanera el producto y acercaban el trabajo del carpintero al de un artista, al de un escultor.